La esposa de un amigo, una maestra costurera, hizo un plan amoroso antes de morir de una larga enfermedad. Donó todo su equipo de costura al gremio de costureros de nuestra ciudad: máquinas de coser, mesas para cortar y más, para dar clases a inmigrantes recién llegados. «Seis mujeres vinieron a buscar todo —nos dijo el esposo—. Sus alumnas trabajan duro y están ansiosas por aprender».
Otros describen a estos recién llegados de maneras menos halagadoras. La situación de los inmigrantes se ha vuelto un tema conflictivo.
Sin embargo, Moisés decretó la perspectiva de Dios: «No oprimirás al extranjero, porque vosotros conocéis los sentimientos del extranjero» (Éxodo 23:9). Y agregó: «Cuando siegues la mies de tu tierra, […] no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo el Señor vuestro Dios» (Levítico 19:9-10).
También declaró: «Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo el Señor vuestro Dios» (vv. 33-34).
Dios estableció el patrón. Que Él nos bendiga para mostrar amor a los extranjeros.
De: Patricia Raybon