Aristóteles dijo que nadie puede ser amigo de un dios. ¿Por qué? Porque la amistad requiere igualdad, y ¿qué dios dejaría su estado celestial para volverse igual a seres humanos terrenales?

Me pregunto qué habría hecho Aristóteles si hubiera estado en la última cena (Mateo 26:26-35), porque allí, Jesús —quien dejó su condición celestial para convertirse en un simple ser humano— dijo a sus discípulos que ya no los llamaría siervos sino amigos (Juan 15:15).

Aristóteles también se habría sorprendido de quiénes estaban a la mesa: Mateo, el publicano, amigo de los romanos; Simón, el zelote que denunciaba a Roma (Mateo 10:3-4); Jacobo y Juan, los «hijos del trueno» (Marcos 3:17), sentados junto al callado Felipe.

Imagino a Aristóteles extrañado cuando Jesús describió que un poco de pan y de vino eran su «cuerpo» roto y su «sangre» derramada para el «perdón de los pecados» (Mateo 26:26-28 rvc). ¿Qué dios moriría por meros mortales, incluso por los que lo habían abandonado (v. 56)?

Esta es una razón por la que la Cena del Señor es tan significativa. En Jesús, Dios se hizo amigo de los humanos y posibilitó la amistad entre los que tienen diferencias políticas y de temperamento. Al participar de la mesa del Señor, recordamos también al que redefinió la amistad entre lo divino y lo humano.

De:  Sheridan Voysey

Reflexiona y ora

¿Cómo redefine Jesús las reglas de la amistad? ¿Cómo puede su ejemplo ayudarte a superar hoy las diferencias relacionales?
Jesús, gracias por hacerme tu amigo.