La situación parecía perdida para Jem, la hija de Amy y Alan. Nacida con trisomía 18, se esperaba que muriera pocos días o semanas después. «No tiene sentido tratarla», dijo fríamente el médico. Pero la madre respondió: «Tengo sueños más grandes para ella». Llevaron a Jem a casa y la amaron. Y oraron.

Seis años después, Jem necesitaba una cirugía para remover un tumor. Entonces, el mismo doctor entró y dijo: «Sé lo que están pensando, pero les pido que me den una segunda oportunidad para redimirme». Reconoció que se había equivocado. Amy y Adam podrían haber dicho que no, pero conocían el poder del perdón de Dios.

Los profetas del Antiguo Testamento solían llevar mensajes de juicio de parte de Dios. Pero entretejido en ellos está el tema irreprimible del amor, el perdón y la redención divinos. Isaías señaló los pecados de Judá (44:6-20), pero de repente cambió el foco. Transmitió las palabras de Dios: «vuélvete a mí, porque yo te redimí» (v. 22). El carácter de Dios no le permitiría abandonar a su pueblo: «Yo te formé, […] no te olvidaré » (v. 21 nvi). La conclusión: «Cantad loores, oh cielos, porque el Señor lo hizo; […] el Señor redimió a Jacob» (v. 23).

Cuando operaron a Jem no encontraron ningún tumor. «¡Un milagro», dijo el médico. El poder de la oración y de nuestro Dios redentor.

De: Tim Gustafson

Reflexiona y ora

¿Qué casos «perdidos» conoces? ¿Cómo has visto obrar la redención de Dios en tu vida?
Padre, gracias por ser el Dios que me pide volver a ti.