El gato callejero maulló lastimeramente y me detuve en seco. Acababa de pasar junto a un montón de comida que alguien había tirado al suelo. Vaya, Dios le ha dado de comer a este gato hambriento, pensé. La comida estaba escondida detrás de un pilar cercano, así que intenté atraer al pobre gato hacia ella. Se acercó confiado unos pasos, pero se detuvo y se negó a seguirme. Quería preguntarle: ¿Por qué no confías? ¡Hay mucha comida para ti!
Entonces me di cuenta: ¿No actúo yo de manera similar en mi relación con Dios? Cuántas veces he respondido a sus instrucciones pensando: Confío en ti, Dios, pero no creo que tus instrucciones sean fiables, sin darme cuenta de que su provisión podría estar a la vuelta de la esquina.
Los caminos de Dios son fiables porque Él nos ama y tiene en cuenta nuestros intereses. «Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos», nos dice (Salmo 32:8). Sin embargo, no nos trata como animales a los que hay que controlar (v. 9). Desea que lo sigamos voluntariamente y nos promete su presencia mientras lo hacemos: «al que espera en el Señor, le rodea la misericordia» (v. 10). Lo único que tenemos que hacer es seguirlo, sabiendo que Él estará con nosotros en cada paso del camino.
De: Leslie Koh