El cerebro es notablemente pequeño, pero el estrés puede reducirlo aún más. Investigaciones recientes revelaron que el estrés acumulativo puede reducir la parte del cerebro responsable de gestionar las emociones, los impulsos y las interacciones sociales. Esta reducción está relacionada con la ansiedad y la depresión, lo que destaca el impacto del estrés prolongado en la vida. Pero hay buenas noticias: la plasticidad del cerebro le permite recuperarse a través de prácticas intencionales como el ejercicio, la meditación y las relaciones significativas.

En el Salmo 119, el salmista entendía esta idea del crecimiento y la sanidad posteriores al estrés y las dificultades: «Bueno me es haber sido afligido para que aprenda tus leyes» (v. 71 RVA-2015). Aunque dolorosa, la aflicción se volvió la maestra del salmista. Nos lleva de estar lejos de Dios a decidir obedecer su palabra (v. 67). Aunque entendía que la aflicción y el sufrimiento podían deprimirlo, confiaba en que Dios usaría esas experiencias para purificarlo y restaurarlo (v. 66).

A través de las Escrituras, la oración y la perspectiva del Espíritu, podemos revertir los efectos de nuestras dificultades. Dios puede usar nuestras aflicciones para que crezcamos espiritualmente, transformando la aflicción en propósito.

De:  Marvin Williams

Reflexiona y ora

¿Cómo te ha ayudado Dios a crecer en la fe mediante el sufrimiento? ¿Cómo te has vuelto agradecido?
Dios, gracias por enseñarme mediante mis pruebas.