Varias leyendas rodean el nombre de la bella flor nomeolvides. Según una leyenda alemana, mientras Dios ponía nombre a todas las plantas, una florcita se preocupó de que la pasaran por alto, y gritó: «¡No me olvides, Señor!». Y ese fue el nombre que Dios le dio.

Aunque solo se trata de un cuento, la nomeolvides se ha convertido en un símbolo de amor y recuerdo. Sin embargo, todos hemos experimentado lo que uno siente al ser olvidado. Anhelamos ser recordados, especialmente por nuestro Dios. Encontramos una historia semejante en el relato de la crucifixión de Jesús. Lucas nos dice: «Llevaban también con [Jesús] a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos» (23:32). Mientras los crucificaban, uno de los delincuentes que estaba junto a Cristo comprendió de repente, y dijo: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (v. 42). La respuesta de Jesús fue inolvidable: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43).

¡Qué momento asombroso! En su hora más oscura, aquel delincuente aprendió lo que significaba ser recordado por el Hijo de Dios.

Nosotros también somos recordados en nuestra hora de necesidad. El Dios que nos amó tanto como para morir por nosotros nunca nos olvidará.

De: Bill Crowder