El modesto violinista, con gorra de béisbol y camiseta, se instaló cerca de la estación de metro L’Enfant Plaza, en Washington D. C. Deslizó el arco sobre las cuerdas produciendo una música melodiosa, pero los transeúntes pasaban apresurados, sin prestar atención. Apenas un puñado de personas se detuvo a escuchar. Nadie imaginó que era Joshua Bell, uno de los mayores intérpretes de nuestra generación, que la noche anterior había tocado en la Biblioteca del Congreso. Bell interpretó varias de las piezas más difíciles del mundo en un Stradivarius de 1713 valuado en unos 3,5 millones de dólares.
Es fácil pasar por alto maravillas que están justo delante de nosotros. Esto le sucedió a Jacob durante su viaje a Harán (Génesis 28:10). Se detuvo y armó su campamento en un punto aparentemente sencillo, para descansar durante la noche. Pero Dios se le apareció en un sueño, diciéndole que sus numerosos descendientes serían de bendición a «todas las familias de la tierra» (v. 14). Y le aseguró: «te guardaré por dondequiera que fueres» (v. 15). Cuando Jacob se despertó, dijo: «Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía» (v. 16).
Dios está en todas partes, «[llenando] el cielo y la tierra» (Jeremías 23:24). Se nos invita a mantener los oídos y los ojos abiertos para verlo y escucharlo.