Mon Dieu. Lieber Gott. Drahý Bože. Aγαπητέ Θεέ. Dear God. Oraciones en francés, alemán, eslovaco, griego e inglés resonaron en la iglesia central de Atenas mientras, al unísono, orábamos en nuestros idiomas nativos para que la gente en nuestros países oyera del amor de Dios. La belleza de la reunión creció cuando nos dimos cuenta de que era en Pentecostés.
En el Antiguo Testamento, Pentecostés era una fiesta celebrada 50 días después de la Pascua (Levítico 23:15-21). En la primera celebración después de la muerte y resurrección de Jesús, los creyentes se reunieron en Jerusalén. De repente, hubo un sonido como de «un viento recio», y aparecieron «lenguas repartidas, como de fuego», mientras ellos fueron llenos del Espíritu y «comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba» (Hechos 2:2-4). Visitantes de otras naciones oyeron de «las maravillas de Dios» en su propio idioma (v. 11). Luego, Pedro «les habló» (v. 14) y muchos creyeron el mensaje de que Jesús fue crucificado y resucitó para dar perdón (vv. 22-41).
Las oraciones multilingües en Atenas me recordaron que aquel mensaje sigue siendo compartido en todo el mundo y que la gente aún responde con fe.
Oremos para que el evangelio se oiga en cada idioma que se habla en el mundo.
De: Lisa M. Samra