Me encanta la idea de la quietud; la tranquilidad; descansar refugiado en el cuidado de Dios (Salmo 46:1). Un pasaje de este salmo, citado a menudo, nos enseña que aquietar nuestro corazón, mente y alma es fundamental para conocer a Dios: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios» (v. 10).

Pero estar quieto no es fácil, ¿verdad? En especial, tratar de aquietar nuestro corazón delante de Dios puede a veces parecer casi imposible. ¿Por qué?

Una de las leyes básicas de la física nos dice que «los objetos en movimiento tienden a permanecer en movimiento». Por eso, cambiar de la actividad y la obligación constantes no es fácil, ya que implica permitir que el impulso se detenga. Podríamos compararlo con la estela de un barco: aun cuando el barco trata de detenerse, el impulso de su estela —las olas que generó y que siguen alcanzando al barco detenido— continúan rodando por debajo y empujando.

Si reconocemos el valor de la quietud pero nos cuesta lograrla, hay una razón para eso: nuestras actividades y paso general son como ese «objeto en movimiento». Así que, day mucho espacio y concesión cuando te sientes delante de Dios y reposes en Él. Puede requerir un poco de tiempo que las olas de tu «estela» espiritual se calmen para que te aquietes delante de Él.

De: Adam R. Holz