Los desafíos de Eric durante su niñez incluyeron un grave sarpullido, dificultades escolares y adicción al alcohol y las drogas desde muy temprana edad. Pero el que se apodaba el «rey del mal» descubrió que sobresalía en el béisbol; hasta que lo abandonó tras desanimarse frente a la discriminación. Esto le permitió tener más tiempo para usar y traficar drogas.
Pero las cosas cambiaron para él cuando tuvo un encuentro transformador con Jesús, mientras asistía a una iglesia. Al día siguiente, en su trabajo, un fiel creyente en Cristo invitó a Eric a otra reunión donde oyó estas palabras que lo alentaron en su nueva fe: «si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). La vida de Eric nunca volvió a ser igual.
Como Eric, Saulo de Tarso (conocido también como Pablo) habría sido catalogado como un «caso difícil». Dijo: «soy el peor» de los pecadores (1 Timoteo 1:15 NTV); «antes blasfemo, perseguidor e injuriador» (v. 13). Como Saulo, Eric era ideal para Jesús. Y así somos nosotros aunque no nos consideremos al mismo nivel que Saulo o Eric, ya que «todos [hemos pecado], y [estamos] destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). Todos somos ideales para que Jesús obre.
De: Arthur Jackson