En 1997, la Universidad Estatal de Iowa le puso nombre a su estadio de fútbol en honor al primer atleta negro de la escuela: Jack Trice. Trágicamente, Trice murió por lesiones internas que sufrió durante un partido la segunda vez que jugaba, en Minneapolis, Minnesota, el 6 de octubre de 1923.

Trice se había escrito una nota la noche anterior al partido: «La reputación de mi raza, mi familia y de mí mismo está en juego. Todos esperan que haga grandes cosas. ¡Y las haré! Todo mi cuerpo y alma se lanzarán temerariamente en el campo mañana. Cada vez que se arroje el balón, intentaré hacer más de lo que me corresponde». Trice comprendía plenamente que lo que hacía fluía del honor y la dignidad de quién era, lo cual le infundía valor.

El apóstol Pablo dice algo similar en su carta a los creyentes efesios, al desafiarlos a permitir que lo que eran en Cristo influyera en sus decisiones: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados» (Efesios 4:1). Pablo nos desafía a abrazar una manera de vivir moldeada por la obra de Jesús por, en y a través de nosotros, que da paso a la humildad, la mansedumbre, la paciencia, la unidad, el amor y la paz (vv. 2-3), usando nuestros dones para servirnos unos a otros (vv. 15-16).

De:  Adam R. Holz

Reflexiona y ora

¿Qué conexión hay entre nuestras creencias y acciones? ¿Qué dones te ha dado Dios para servir a otros?
Padre, ayúdame a amar y servir a los demás.