Tras unirme a la junta de asesores de un seminario, el líder de larga data anunció su retiro. Me encontré entre los que debían buscar uno nuevo. Juntos elaboramos una abrumadora lista de cualidades. ¿Cómo encontraríamos a alguien que cumpliera un papel tan vital y complicado?
Me pregunté lo mismo al leer las especificaciones de Dios para el candelero del tabernáculo: labrado en oro puro, con copas en forma de flores de almendro y seis brazos (Éxodo 25:31-36). El atrio debía «tener cortinas de tela de lino fino, veinte postes y veinte bases de bronce, con empalmes y ganchos de plata en los postes» (27:9-10). ¿Quién podría cumplir semejante tarea?
Dios responde: «yo he llamado por nombre a Bezaleel […]; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte» (31:2-5). Y agregó: «he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado» (v. 6).
¿Adónde acudimos para llenar un papel vacante de un líder de alto nivel, un voluntario en la iglesia o para la organización de un evento? Al Dios que llama y equipa a su pueblo. Dios estableció un diseño exigente para su templo, y luego escogió y equipó a personas para implementarlo. La respuesta de Dios para sus planes es su pueblo.
De: Elisa Morgan