Dan Les, un alfarero de toda la vida, crea vasijas decorativas y esculturas. Sus premiados diseños se inspiran en el pueblo de Rumania donde vive. Tras aprender de su padre, comentó sobre su trabajo: «[La arcilla necesita] fermentar durante un año, recibir lluvia, congelarse y derretirse [para que] puedas moldearla y sentir en tus manos que te está escuchando».

¿Qué pasa cuando la arcilla «escucha»? Está dispuesta a someterse al toque del artesano. El profeta Jeremías observó esto cuando visitó a un alfarero. Lo vio luchar con una vasija, hasta que la moldeó en algo nuevo (Jeremías 18:4). Dios le dijo: «como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano» (v. 6).

Dios tiene la capacidad de formarnos y deshacernos, pero su propósito final no es aplastarnos ni destruirnos (vv. 7-10). Él es como un artesano habilidoso que puede identificar lo que no funciona y remodelar el mismo trozo de arcilla para volverlo hermoso y útil.

La arcilla que escucha no tiene mucho que decir al respecto. Cuando se la presiona, va en la dirección deseada. Cuando se la moldea, permanece en el lugar. La pregunta para nosotros es esta: ¿Estamos dispuestos a «[humillarnos] bajo la poderosa mano de Dios» (1 Pedro 5:6) para que Él moldee nuestra vida como quiere que sea?

De: Jennifer Benson Schuldt