Josephine Butler, la esposa de un clérigo destacado, se encontró haciendo campaña por los derechos de las mujeres acusadas (a menudo injustamente) de ser «damas de la noche», a quienes la sociedad consideraba las «menos deseables». Impulsada por su profunda fe en Dios, luchó durante años contra las leyes británicas de la década de 1860 sobre enfermedades contagiosas, que sometían a las mujeres a exámenes «médicos» invasivos y crueles.
En 1883, durante el debate parlamentario para derogar esas leyes, se unió a las mujeres en Westminster para orar. Se conmovió al ver a las «mujeres más harapientas y pobres de los barrios bajos» junto a «damas de alto rango», todas llorando y pidiendo a Dios protección para las indefensas. Para alegría de ellas, las leyes fueron derogadas.
La convocatoria de Josephine evoca las palabras del profeta Jeremías, que entregó mensajes de Dios a reyes malvados. Dijo: «Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda» (Jeremías 22:3). Dios quería proteger a los que no podían defenderse contra los poderosos.
Dios puede incentivarnos a actuar también contra las desigualdades, dándonos poder para levantar en alto la justicia y defender a los débiles.