Brenda y Eduardo se subieron al coche y comenzaron su ritual de los jueves por la noche.
—¿Dónde te gustaría comer?
—Ay, Edu, cualquier lugar está bien.
—Bueno, ¿qué te parece El Molino?
Brenda se sobresalta: —¡No, en cualquier lugar, menos ahí!
Edu suspira: —Entonces, ¿dónde?
Brenda insiste: —De verdad, cualquier lugar está bien.
Es el material perfecto para una comedia: aunque frustrante, divertido.
A veces, puede ser así en nuestra vida de oración. Somos demasiado ambiguos. En cambio, la oración en Daniel 9 muestra a Daniel diciendo valientemente lo que desea. Primero, confiesa el pecado de su pueblo: «hemos cometido iniquidad» (v. 5), y luego hace su petición: «Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos […]. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo» (vv. 17, 19). Aunque Dios no le debía nada, en sus «muchas misericordias» (v. 18), le concedió todo su deseo.
Hay veces en que decir lo que deseamos es la manera de orar. Aunque es correcto pedir que se haga la voluntad de Dios, como hizo Jesús (Mateo 26:39), el Señor honra nuestra osadía cuando acudimos a Él con corazones arrepentidos. Por eso, sé valiente y ora diciendo lo que tienes en el corazón.



