Phillis Wheatley, la primera poeta afroamericana publicada, usaba temas bíblicos para persuadir a los creyentes en Jesús a abolir la esclavitud. Nacida alrededor de 1753, fue vendida a un traficante con apenas siete años de edad. Sobresaliendo rápidamente en sus estudios, por fin consiguió su libertad en 1773. En sus escritos, instaba a sus lectores a abrazar la afirmación escritural de la igualdad de todas las personas. Escribió: «En cada Pecho humano, Dios ha implantado un Principio que llamamos Amor a la libertad; está impaciente por la Opresión y anhela la Liberación; y […] el mismo Principio vive en nosotros».
Pablo enfatizó la igualdad ante Dios, al escribir: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:28). Al ser «todos […] hijos de Dios por la fe» (v. 26), diferencias de raza, etnia, género o estatus social no deberían llevar a la discriminación en la iglesia.
Aunque somos todos receptores del amor de Dios, igual luchamos para poner en práctica este principio. Pero las Escrituras enseñan que personas diversas unidas por la fe en Cristo reflejan mejor el corazón de Dios. Esta realidad puede ayudarnos a celebrar la diversidad en nuestras congregaciones.
De: Lisa M. Samra