Frente a un pelotón de fusilamiento, Fiódor Dostoievski esperaba en silencio. Dostoievski, creyente en Jesús, está considerado uno de los más grandes escritores de toda la literatura. Su monumental novela Los hermanos Karamazov exploraba temas sobre Dios, la vida y la muerte. Los rifles se levantaron. «¡Preparados! Apunten…».

Jesús, aludiendo a su propia ejecución, habló del valor eterno de la vida y la muerte, cuando dijo: «Ha llegado la hora» (Juan 12:23). La imagen es una semilla (nuestra vida) que produce una gran cosecha por su propio sacrificio (v. 24). Jesús dice que no amemos demasiado esta vida, porque los que están dispuestos a sacrificar esta vida presente encontrarán la «vida eterna» (v. 25).

Ser su discípulo exige sacrificio. Pero encontramos esperanza en sus palabras: «Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará» (v. 26).

Fiódor miró la muerte a la cara. Pero una carta del zar fue entregada en el último segundo. Un indulto. A Dostoievski se le perdonó la vida, pero esta experiencia impregnaría todas sus obras posteriores. De hecho, el epígrafe de Los hermanos Karamazov es este versículo, Juan 12:24: «si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto».

De: Kenneth Petersen