El médico Christian Ntizimira sintió el llamamiento de Dios para brindar cuidados paliativos en áreas desfavorecidas de su país natal, Ruanda. Sus colegas solían pasar por alto el valor de dicho cuidado porque «esos pacientes ya se consideraban sin esperanza». Pero Ntizimira descubrió que, para los pacientes y sus familiares, su «presencia renovaba la esperanza cuando todo parecía perdido». Su trabajo se basaba en la convicción de que la muerte y la vida de Jesús pueden transformar cómo enfrentamos la muerte, porque «la muerte de Cristo es la fuente de la vida».

En 2 Timoteo, Pablo declaró cómo la realidad de que Jesús «quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio» (1:10) cambió su forma de entender el sufrimiento. Aunque estaba preso y enfrentando una posible ejecución (2:9), la resurrección de Cristo reafirmó su llamamiento: llevar a otros a la salvación en Cristo (v. 10). Porque «si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él» (vv. 11-12).

Morir con Jesús no se refiere a la muerte literal de los creyentes. En su carta a los romanos, Pablo explica que, tal como lo simboliza el bautismo, los creyentes están unidos con el Espíritu de Cristo en su vida de muerte y resurrección (Romanos 6:4-8).

De:  Monica La Rose

Reflexiona y ora

¿Cuándo has sido un testigo inesperado de esperanza? ¿Cómo pueden los creyentes ser testigos de la resurrección de Cristo?
Dios, ayúdame a testificar de la esperanza en Jesús.