El fotógrafo australiano Christian Spencer ha pasado más de veinte años tomando fotografías en el Parque Nacional de Itatiaia en Brasil. Un aspecto sorprendente de su trabajo es el registro del efecto de la luz solar, similar al arcoíris, a través de las alas abiertas del colibrí cuando estas aves vuelan entre el sol brillante y la lente de su cámara. Otros fotógrafos también han captado lo mismo en otras aves.
Encontrar arcoíris en las alas de las aves es un ejemplo de los tesoros escondidos que Dios ha puesto en su creación. Semejante belleza y magnificencia puede despertar nuestra curiosidad respecto a lo que los creyentes en Jesús observarán cuando lo vean sentado en su trono. Cuando Juan vio el trono celestial en Apocalipsis 4, tal vez quedó fascinado. Describe a Cristo en su trono y rodeado por «un arco iris, semejante […] a la esmeralda» (v. 3). Las palabras no pueden describir la gloria de Dios que se le reveló al apóstol.
Al encontrar tesoros escondidos en la creación de Dios, disfrutemos de cada uno de ellos, sabiendo que en el cielo nos aguarda mucho más. Allí adoraremos a nuestro Creador para siempre: «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (v. 11).