Como muchas personas que luchan con la pornografía, Russell estuvo expuesto a ella desde muy joven. El deseo de consumirla era abrumador y le envenenó el corazón. «Mi vida se volvió completamente saturada de ella», escribe, «tanto que era como un cáncer profundamente arraigado en mi interior». Por la gracia de Dios, finalmente se liberó del poder de la pornografía —junto con otras adicciones— cuando recibió la salvación en Jesús y fue transformado por dentro. «Le doy todo el crédito a Jesucristo, […] Él es quien me liberó», dice Russell.
Jeremías entregó un mensaje de Dios a Israel, diciendo: «Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón» (31:33). Bajo este nuevo pacto, cumplido en Cristo (Hebreos 8:6-13), todas las personas podrían ser transformadas por la gracia de Dios por medio de la fe. Ahora, «su Espíritu que mora en [nosotros]», los creyentes, nos da el poder que necesitamos para dejar las conductas perjudiciales que desagradan a Dios y procuran destruirnos (Romanos 8:11).
La transformación no es siempre instantánea ni fácil, pero recordemos que, cuando lidiamos con algún pecado difícil o adictivo, Dios puede transformar nuestros corazones (Jeremías 31:33). Él dice: «me conocerán» (v. 34 NTV), y podemos conocer su poder que transforma el corazón.



