Habíamos estado viajando en auto durante quince horas, y era ya de noche cuando una alerta de tornado captó nuestra atención: debíamos protegernos de inmediato. Justo en ese momento, relámpagos explotaron en el cielo y el viento empezó a presionar contra el auto. Aceleramos para salir de la autopista y estacionamos cerca de un edificio de cemento de un hotel. Entramos corriendo, agradecidos de encontrar refugio.
Los problemas nos recuerdan que necesitamos un lugar seguro donde quedarnos. Proverbios 18:10 dice: «Torre fortificada es el nombre del Señor; el justo correrá a ella y estará a salvo» (rva-2015). Los teólogos afirman que la frase «el nombre del Señor» significa todo lo que Dios es. La totalidad de sus atributos nos brindan seguridad cuando nos escondemos en Él. Como Dios es bondadoso, nos da la bienvenida. Como es bueno, nos escucha. Como es amor, empatiza con nosotros.
Pero Dios no es simplemente otra forma de lidiar con los problemas; es más que una reparación rápida o una distracción. Refugiarse en Él significa que preferimos su ayuda por encima de cualquier otra. Podemos acudir al Señor en oración, meditar en las Escrituras o someternos al Espíritu Santo en esos momentos. Con los años, estos hábitos llevan a una vida entera de confianza en el único refugio verdadero.
De: Jennifer Benson Schuldt