Sentada en la unidad de cuidados intensivos neonatales del hospital, visité a una madre mientras su bebé se acurrucaba contra su pecho. En este centro médico tecnológicamente avanzado, los médicos habían «recetado» algo de muy baja tecnología para mejorar la salud del bebé: la mamá debía pasar largos ratos abrazando a su hija.

No hay nada como el amor y la compasión de un progenitor para brindar consuelo sanador a un niño. Vemos esta poderosa imagen en la descripción del profeta Isaías respecto a Dios con su pueblo.

Incluso después de profetizar el inminente exilio de la nación de Israel por haber rechazado a Dios (Isaías 39:5-7), Isaías recalcó al pueblo que Él seguía amándolo y que siempre le proveería. La tierna compasión y el cuidado seguro de Dios se manifiestan en la hermosa metáfora en la que se lo describe como un pastor que, al igual que un padre amoroso, reúne sus ovejas «en su brazo» y las lleva «en su seno» (40:11).

La presencia de Dios nos da paz y protección, y nos recuerda que Él nos lleva cerca de su corazón, como un recién nacido con su madre. Como Él «da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas» (v. 29), el consuelo sanador del Espíritu nos permite afrontar los retos de cada día.

De:  Lisa M. Samra

Reflexiona y ora

¿Qué te viene a la mente cuando piensas en el amor de una madre por su bebé recién nacido? ¿Cómo te ha fortalecido el cuidado protector y amoroso de Dios?
Padre, gracias por tenerme cerca de tu corazón.