Diogneto, un pagano del siglo ii, notó que los seguidores de Cristo «día a día aumentan más y más», a pesar de la persecución constante que soportaban a manos de los romanos. Le preguntó a un creyente en Jesús por qué. En un documento conocido como Carta a Diogneto, ese padre de la iglesia primitiva le respondió: «¿No ves que cuanto más se los castiga, tanto más abundan? Esta no es la obra del hombre; es el poder de Dios».
Cuando Jesús dijo sus últimas palabras a los discípulos, antes de ascender al cielo, ellos ni se imaginaban cómo crecería la iglesia en el futuro. Les dijo: «id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mateo 28:19). Esto se conoce como la Gran Comisión; pero usar este título para las últimas palabras de Cristo a sus discípulos puede hacerlo sonar gravoso. En realidad, es lo que Él llama a hacer a todos los que le siguen: durante nuestras actividades cotidianas, hagamos discípulos. No tenemos que ir al fin del mundo; el mensaje irá con nosotros dondequiera que lo llevemos.
Que las dificultades del momento no te desalienten. Jesús también dijo: «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (v. 20). Lo llevamos con nosotros a todos lados.



