Durante un viaje en familia, pasé horas conduciendo por los escasamente habitados estados de Montana y Dakota del Sur. En el camino, empecé a observar un patrón: vastas extensiones de tierra con arboledas que rodeaban las casas. Mientras intentaba mantener la camioneta en el carril ante los fuertes vientos, entendí que los árboles no solo estaban allí por un tema de belleza, sino que fueron plantados intencionalmente para proteger las casas y a sus ocupantes de las ráfagas de viento que azotaban esos lugares.

Una vez, el profeta Isaías describió el cuidado de Dios como un refugio ante vientos y tormentas. Tras llamar al pueblo de Dios a arrepentirse (Isaías 31:6-7), también escribió sobre un futuro cuando «un rey reinará con justicia» (32:1), y todos los que gobiernen con Él serán «como refugio contra el viento y un abrigo contra la tormenta» (v. 2). La bendición resultante serán personas capaces de ver, oír, entender y hablar la verdad (vv. 3-4) en paz y seguridad.

Aunque todavía esperamos el cumplimiento de esta promesa, ya vemos a Dios obrar a través de los que se ocupan de los intereses de los demás (Filipenses 2:3-4). El Espíritu de Cristo nos ayuda a cultivar un lugar seguro donde la gente pueda florecer en momentos difíciles. Así ejemplificamos el cuidado amoroso de Dios.

De: Lisa M. Samra

Reflexiona y ora

¿Cuándo experimentaste el refugio protector de una comunidad compasiva? ¿Cómo te inspira eso?
Padre, ayúdame a ser un refugio para otros.